Las ciudades romanas fueron los
principales instrumentos de colonización y
de romanización. La
mayoría de las de nueva creación surgieron o
se desarrollaron porque
Roma necesitaba concentrar
en un punto estratégico de las zonas conquistadas su administración. Hacia
ellas iría afluyendo con el paso del tiempo la población procedente del campo y
los colonos de la metrópoli, toda vez que el sistema económico del Imperio
favorecía el latifundismo con el consiguiente desplazamiento de los pequeños
propietarios que, perdidas sus tierras, buscaban nuevas formas de vida en las
ciudades.
La
organización de esas ciudades -problemas de habitabilidad, de equipamiento,
tráfico, necesidad de dotarlas de edificios comunitarios, etc.- supuso un reto
formidable al que los arquitectos romanos respondieron con notable eficacia y
racionalidad. También en ellas se aplicó un estilo arquitectónico común que
unificó territorios separados por miles de kilómetros.
Plano de la ciudad.
En la organización
urbanística se adoptó, siempre que fue posible, el sistema de trazado hipodámico, con
calles rectas que se cruzaban ortogonalmente. La ciudad de Roma es la excepción
de esta regla. El plano de damero no es una invención romana, se aplicaba en
los primitivos campamento militares romanos (herencia etrusca) y desde el
siglo V a. C. en Grecia en las ciudades de nueva creación. Las calles (vías) se pavimentaban como si
fueran calzadas. Las dos calles principales eran el cardo maximus (dirección
norte-sur) y el decumanus
maximus (dirección este-oeste), que solían cruzarse en una
gran plaza principal o foro.
Este era el centro neurálgico de la ciudad en torno al cual se erigían los
edificios públicos más importantes: templos de cultos, basílicas, pretorio,
curia y monumentos conmemorativos.
En foros y
calles secundarias paralelas también se ubicaban otros edificios como termas, mercados, puertos, almacenes, talleres
y templos menores,
pero, sobre todo, edificios de
viviendas. El éxito de algunas ciudades a partir de que la paz
trajera la prosperidad obligó a ampliarlas con nuevos barrios o ensanches,
rompiendo con las trazas originales.
En un
principio, las ciudades romanas carecían de murallas que entorpecieran su crecimiento. Esta
situación cambió a partir del siglo III d. C., cuando, en muchos lugares del
Imperio se vieron amenazados por ejércitos amotinados y oleadas de pueblos
invasores. Momento en que también se aprecia de forma general una contracción
del tamaño de las ciudades.
La ciudad también
necesitaba de centros de esparcimiento: teatros,
anfiteatros, circos, jardines-pórticos, odeones... Debido a la
superficie que necesitaban a menudo podían ubicarse fuera de la ciudad,
aprovechando las condiciones topográficas adecuadas.
También fuera
de la muralla o del perímetro propiamente ciudadano podíamos encontrar más
construcciones desde barriadas de
arrabal a villas
de los hombres más influyentes; negocios
insalubres; monumentos
conmemorativos; mansiones;
puentes; y las necrópolis.
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REFERENCIAS:
QUESADA, Fernando.
Profesor titular de Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid. Tesis: “La
ciudad romana”. (1993).
ARQUITECTURA
ROMANA. Historia de la arquitectura en España. [Consultada 03/2013]. Disponible en:
http://www.arteespana.com/urbanismo.htm
ARTEESPAÑA.
Urbanismo romano. Construcciones de la ciudad romana. [Consultada
03/2013]. Disponible en: http://www.spanisharts.com/arquitectura/roma_urbano.html
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